Investigación Nacional

El Cultivo de Tomate ¡Su Reinvención!

El cultivo del tomate en el Perú, que se desarrolla fundamentalmente en Ica y Lima, necesita una serie de transformaciones tecnológicas para asegurar la calidad de un producto que es consumido por millones de familias en el país. Otra alternativa es realizar una producción orgánica para dar un valor añadido a un cultivo tradicional.

El tomate es la hortaliza más cultivada en todo el mundo y la de mayor valor económico. Su demanda aumenta continuamente y con ella su cultivo, producción y comercio. Según el Ministerio de Agricultura y Riego (MINAGRI), sus principales zonas de producción en el país son Lima (Rímac, Chillón, Lurín), La Libertad, Ica, Huaral-Chancay, Barranca, Huacho, Cañete, Arequipa, Lambayeque y Mala. En el 2016, la superficie nacional superó las 6,000 ha que produjeron 233,000 toneladas, cuya gran mayoría estuvo destinada para consumo interno.

David Arenas, es gerente general de Vista del Valle, una empresa dedicada a la producción, transformación y comercio de productos orgánicos certificados, y cuya especialidad son las hortalizas, que cultivan bajo media hectárea de casa malla que tienen en Azpitia, en el km 90, al sur de Lima. También compra a los pequeños productores de la agricultura periurbana limeña para poder abastecer a sus diversos clientes, entre los que se encuentran Wong y Tottus.

El tomate es su producto estrella, como el de muchos otros agricultores que se dedican a la producción de hortalizas. Y el mercado doméstico es la principal fuente de ingreso, porque el volumen de exportación, al contrario de lo que ocurre con otras hortalizas, es menor, y principalmente se realiza de producto procesado o pasta. “No sé de mucha gente que exporte fresco, salvo algunos productores en Tacna que exportan a Chile o de Tumbes, que envían a Ecuador”, precisa. “Pero es muy poco… Los grandes problemas del tomate, y de muchas otras hortalizas, son la productividad, la falta de capacitación, de tecnología y de inversión por parte de los productores”, advierte.

Ello, porque en líneas generales, los pequeños productores, que son los que se dedican al cultivo del tomate en el Perú, compran su semilla y aplican fertilizantes y agroquímicos de forma no adecuada, muchas veces siguiendo las sugerencias de acopiadores informales. En general, para el manejo fitosanitario, “no hay un plan de manejo integrado ni un uso de semillas de calidad”, sostiene.

Bonny Zambrano, ingeniera agrónoma, es representante de ventas de Bozelt Seeds, una compañía que suministra semillas de hortalizas de alta calidad genética a los agricultores, brindándoles servicios, apoyándolos en el desarrollo de nuevas propuestas al mercado nacional e incluso internacional, promoviendo el uso de tecnología para la obtención de productos saludables, de alta calidad, con el uso eficiente de los recursos. Empezaron a trabajar en el Perú con la casa de semillas holandesa Rijk Zwaan a mediados del 2013. Dice: “Proveemos semillas de tomate para su conducción como indeterminados o semi-determinados, que se cultivan bajo techo, ofreciendo una cosecha progresiva y más distribuida en el tiempo. Además, estamos promoviendo el uso portainjertos, debido a las ventajas productivas y de manejo de enfermedades y tolerancia frente a variables climáticas y de suelo que presentan este tipo de plantas respecto a las francas”.

Combatir las Plagas en un Huerto Orgánico

La presión de plagas se ha incrementado y la resistencia de estas a los agroquímicos ha hecho que los productores utilicen dosis cada vez más altas y con mayores frecuencias de aplicación. Otros están incorporando nuevas moléculas en su manejo con el fin de obtener frutos de la mayor calidad posible porque, en caso contrario, los compradores los pagarán como tomates de segunda categoría, sin importar el tamaño.

David Arenas cuenta la presencia de plagas es mucho más intensa en verano. Dice: “Mayormente son larvas. Como hacemos una agricultura orgánica, debemos colocar trampas atrayentes de melaza. También aplicamos Bacillus thuringiensis, soltamos crisopas, utilizamos extractos de capsaicina (componente activo de los pimientos picantes) y de algunas plantas selváticas”.

En este proceso de lucha continua contra las plagas, es fundamental realizar una rotación de cultivos, básicamente con brócoli, rabanito o coliflor. “Así rompemos el ciclo de las plagas”, afirma Arenas. Pero antes hay todo un proceso de preparación del suelo que, tras cortar y extraer todo el rastrojo, se sueltan lombrices, que se encargan de reciclar los nutrientes del suelo. “Este manejo lo pueden hacer los pequeños productores porque no es costoso, aunque sí trabajoso. Es un modelo que no va a mostrar resultados de la noche a la mañana. Podemos convertir un suelo en orgánico desde mañana. Sí, solo basta dejar de usar químicos. Pero normalmente, el suelo está agotado, salinizado por el uso de fertilizantes y, recuperar ese suelo, dependiendo del grado de contaminación, puede tomar años… Entonces, el agricultor, obviamente, que siempre ha estado produciendo con fertilizantes químicos, al año siguiente, cuando empezará a producir tomates orgánicos, habrá una merma productiva y caerán las expectativas, dejando la producción orgánica rápidamente. En cambio, aquellos que ya tienen un poco más de tiempo en la producción orgánica, saben que al final producirán igual, o incluso más. Este podría ser un camino para mejorar nuestro mercado interno y fortalecerlo”.

La Necesidad de Incluir Tecnología

Casi el 100% de las áreas de cultivo se manejan de manera tradicional, al aire libre, y en muchos campos aún se usa el riego por gravedad. Como no hay ningún tipo de conducción ni protección, las pérdidas son mayores cuando los trabajadores inician la época de cosecha, porque las tomateras están en el suelo y no entutoradas como sí ocurre bajo techo.

Bonny Zambrano advierte que todo ello debe servir para que los productores reflexionen y traten de incorporar tecnología a este cultivo. “De otro modo no será sostenible”, subraya. “Para ello es clave el uso de variedades mejoradas y tolerantes a ciertas enfermedades, como también el uso de sistemas de conducción y protección. No solo pasa por buscar nuevas variedades bajo el sistema tradicional de campo abierto, sino que también se requiere replantear el sistema de producción. El manejo integrado de plagas podría ser la solución, pues la presión de estas se ha incrementado exponencialmente, los costos de producción siguen subiendo, mientras el rendimiento y la calidad de los frutos va en declive”.

La ingeniera agrónoma hace una reflexión final: “Hoy, la comercialización de tomates, en general, no toma en cuenta un criterio de calidad, como es la inocuidad y ello es muy preocupante. Los criterios de compra están definidos solo en términos de precios, calibres, firmeza y apariencia física. Definitivamente para cambiar esa tendencia se requiere del apoyo y la educación de los consumidores, compradores y agricultores. Es muy importante que el consumidor conozca y exija la calidad a la hora de comprar. Asimismo, hemos notado que en los mercados mayoristas existe un acuerdo desproporcionado bajo el cual los agricultores entregan o venden 12 cajones, pero se les paga solamente por 10; es casi una imposición. El otro caso se da a nivel de algunos supermercados que no permiten que los productores se puedan diferenciar. Todos tienen que empacar sus productos bajo una misma presentación o marca, con lo cual no les permiten dar un valor agregado a sus cosechas, compitiendo solo por el precio y no por la calidad. De esta forma, el consumidor no puede premiar con su elección el mejor producto o al que esté certificado por su condición de inocuidad, lo que a la larga tampoco ayuda a generar el incentivo para mejorar la calidad”.